Entre ríos

Autor: Manuel Suyán

Majestuosa y elegante. Cada uno de los que de alguna forma la habían tenido a su cuidado se emocionaba al verla desarrollarse y sonreían al ver su grandeza y capacidad en constante aumento. Todos y cada uno de los que por donde ella estaban la veían en su esplendor y ella, ignorante de todo esto, sólo los dejaba estar sin más ni más. Pero todo cambió una tarde de verano. Muchos caminaban y pudieron observarla más majestuosa que siempre pues a la puesta del sol ella estaba radiante.

Se dio cuenta de su majestuosidad y el orgullo nació en un ser antes sin vida. Cobró vida y comenzó a darse cuenta de su estado. Una historia compartida en la inocencia desde el lugar donde nacen muchos pequeños. Un lugar para divertirse y al salir de allí una escuela en donde muchas niñas podrían aprender las bases de la vida con algo más que letras. Se dio cuenta también de cómo el comercio en ella era algo fuerte y se sintió orgullosa del gran capital con el cual contaba desde sus inicios. En su camino en podía pasar junto a la iglesia y allí aprender algo más sobre Dios pero eso no le interesaba porque sólo quería contemplarse a sí misma.

Continuó conociéndose y al verse tal cual es le dio hambre… tenía en sí una gran cantidad de recursos para alimentarse pero decidió pasar junto a la venta de artículos de consumo diario. Se sintió segura de sí por lo que ni se dio cuenta de cómo los impuestos podían quitar de ella mucho de lo que ahora le causaba orgullo. Aún así continuó conociéndose y se dio cuenta de la influencia extranjera pero qué importa, se dijo, total… con que me hagan engrandecer estoy feliz. Y con pensamientos como este continuó en su recorrido de cómo se había convertido en lo que esa tarde de verano muchos apreciaban y hasta alababan.

Llegó hasta donde el comercio llegaba a su máxima expresión con comercios de todo tipo. Unos más pequeños que otros pero se sentía orgulloso. Una mirada leve a sus costados le bastaron para darse cuenta que sus demás hermanas no contaban con los recursos que ella sí y el orgullo se acrecentó. Algún lugar en donde detenerse para comer pero eso estaba distante a ella misma así que siguió su camino y al llegar a la parte alta de nuevo una iglesia. Podía entrar pero no, decidió seguir adelante y cuando estaba en la parte alta de esa parte de su vida dio un paso atrás y al ver la majestuosidad de ella sonrió como iracunda. La iglesia era conocida como el Calvario por los antiguos personajes de la ciudad pero para ella no era eso sino un lugar desde el cual admirarse.

El orgullo había llegado y el sol le acompañaba esa tarde de verano. Todos los que pasaban junto a ella la admiraban y sonreían al formar parte de tan majestuosa y elegante figura. Sonreían y el sol la hacía ver aún más majestuosa. El verano era para ella y por la noche podía sentirse aún más arrogante por su porte y su poder para continuar siendo la felicidad de muchos aún cuando el sol no iluminaba. Total, contaba con iluminación hecha para ella y por ella. Qué más podía pedir. Pero su orgullo se desvaneció cuando lágrimas del cielo la llenaron de pesar.

Fue al finalizar el verano. Todos los que la veían majestuosa ahora la veían desfallecer y ella gritaba. La iglesia desde la cual una vez se había admirado a sí misma, ahora servía como punto de partida para esa gran cantidad de lágrimas. El orgullo del verano se iba con cada lágrima que se hacía mayor y ella no lo comprendía. Quería gritar pero los que una vez la admiraban ahora se alejaban de ella por cómo estaba. Su majestuosidad ahora estaba convertida en una especie de desgracia y se dolía. Desde la iglesia del ahora su Calvario, en donde ahora se había refugiado, pudo contemplar todas esas lágrimas que el cielo derramaba por su orgullo.

Vehículos pequeños y livianos eran llevados por esa gran cantidad de agua que desde las profundidades había arrancado de sí ese orgullo que un día de verano se había apoderado de ella. Más de alguna persona también podía ser llevada y otros más la salvaban de ser arrastradas. La escuela y el lugar desde donde se había comenzado a desarrollar veían esas lágrimas y el sol se había volteado para no ver ese dolor. Todo estaba lleno de decepción por lo que ahora ocurría.

Su orgullo ahora estaba entre ríos por cada lágrima derramada y cuando el cielo no lloraba dejaba entrever la majestuosidad de esta elegante figura. Su línea recta ahora por momentos se convertía en caudales de lágrimas del cielo y su majestuosidad era reducida a lugares de refugio. Todo su orgullo y talante fue reducido por las circunstancias de la vida y más de alguno podía tomar lecciones para su vida. La que una vez es majestuosa… si no se cuida, puede ser convertida, de tanta lágrima, en un lugar que se encontrará entre ríos.

Manuel Suyán
Octubre de 2012


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